Meteorología


Meteorología




Meteorología - Introducción








No nos preguntamos qué propósito útil hay en el canto de los pájaros, cantar es su deseo desde que fueron creados para cantar.
Del mismo modo no debemos preguntarnos por qué la mente humana se preocupa por penetrar los secretos de los cielos… La diversidad
de los fenómenos de la Naturaleza es tan grande y los tesoros que encierran los cielos tan ricos, precisamente para que
la mente del hombre nunca se encuentre carente de su alimento básico.

JOHANNES KEPLER, Mysterium Cosmographicum.




Meteorología.
Ciencia que estudia la atmósfera,
comprende el estudio del tiempo y el clima y se ocupa del estudio físico,
dinámico y químico de la atmósfera terrestre.


Meteorología
Sinóptica.
Estudia los fenómenos
meteorológicos en tiempo real, basándose en las observaciones realizadas a la
misma hora y anotadas sobre mapas geográficos con el objeto de predecir el
estado del tiempo futuro.







Historia de la Meteorología


La meteorología, como ciencia es relativamente joven si se la
compara con las matemáticas y la astronomía, pero como parte de los intereses
humanos se remonta a tiempos inmemoriales. Probablemente nunca se sabrá cuándo
la humanidad empezó a formular reglas para predecir el tiempo. La forma de vida
prehistórica, recolectora, cazadora, dependía de los caprichos del tiempo, es
así como la gente fue desarrollando poco a poco una sensibilidad casi intuitiva
para las condiciones atmosféricas. Nosotros, los hombres modernos, a quienes
nuestro ambiente urbano nos separa de la naturaleza hemos perdido mucha de esa
“intuición”.

La antigua sabiduría sobre cuestiones de la naturaleza y
concerniente a la regularidad de los ciclos celestes, base de los primeros
calendarios, incluía los cambios cíclicos en la Tierra y llegó a correlacionarse
con el estudio de los fenómenos naturales. Por ejemplo, en Mesopotamia el ciclo
estacional estaba definido por observaciones astronómicas y meteorológicas. De
igual forma, en Egipto, donde la prosperidad material ha dependido siempre de
las crecidas y bajadas del Nilo, la aparición periódica de estrellas en
determinadas constelaciones, como el nacimiento de Sirio, la Canícula, indicaba
las fases cíclicas de inundación y sequía.


Pero el conocimiento de las fluctuaciones del tiempo más a corto
plazo, así como periodos extemporáneos de frío, calor, lluvia o sequía se hizo
necesario. Uno de los primeros avances de la meteorología fue comprender que
ciertos tipos de tiempo solían seguir a la aparición de determinados fenómenos.
Este primer “indicio” de meteorología parece haberse desarrollado de manera
independiente en diversas partes del mundo antiguo: los valles del Eúfrates y el
Tigris, el valle del Nilo, del Indo, del río Amarillo y en las costas
Mediterráneas. De esta forma, del conjunto de presagios, proverbios y dichos
populares se fueron extrayendo gradualmente una serie de signos que se
consideraban indicativos de acontecimientos futuros: algunos basados en la
mitología y superstición, otros resumían conceptos sobre el clima fundamentado
en cuidadosas observaciones del fenómeno natural (aspecto del cielo, vientos,
acontecimientos como la migración de aves o la foliación de los árboles, entre
otros).







Los astrólogos babilonios y caldeos eran los encargados de predecir fenómenos
terrestres y astronómicos.
Hace más de 3000 años los chinos, asentados a lo largo de las
fértiles márgenes del río Amarillo, eran capaces de vaticinar la llegada de las
estaciones mediante las estrellas. Hacia el siglo III a. de C. habían
establecido un calendario agrícola o ciclo meteorológico basado en los
acontecimientos fenológicos y meteorológicos, dividiendo el año en 24
“festividades”.


En general los pueblos antiguos consideraban los fenómenos
naturales como manifestaciones del poder divino. Los sacerdotes rezaban ritos
para obtener la benevolencia de los dioses y en épocas de malas cosechas y
hambre, se les ofrecían sacrificios para aplacar su cólera. Entre las entidades
divinas que se creían controlaban el mundo físico se encontraban: los dioses
védicos de los indios, el Morduk de los babilonios, Osiris de los egipcios, el
Yavé de los hebreos y muchas de las deidades del Olimpo, como Zeus y Poseidón.
Cualquier intento de explicar los fenómenos atmosféricos por causas naturales
estaba condenado y provocaba enfrentamientos entre la religión y la ciencia, que
continuaron durante muchos siglos.


En tiempos de Aristóteles, cuya vida transcurrió entre 348 y 322 a.
de C. ya había arraigado con fuerza una aproximación científica a la
meteorología. En su tratado Meteorológica se discutían objetivamente la
mayoría de los elementos meteorológicos. Sin embargo, en aquel entonces igual
que hoy, la gente estaba más interesada en conocer el tiempo que iba a hacer,
que en entender el cómo y el por qué.


El interés por la meteorología continuó con los romanos, quienes se
encargaron de compilar enciclopedias de ciencias naturales. Entre ellas, las más
conocidas son la Historia Naturalis, de Plinio (recopilación de unos dos mil
trabajos de autores griegos y romanos) y el Tetrabiblos, de Tolomeo (provisto de
un resumen de los signos meteorológicos que se convirtió en la autoridad básica
para la predicción del tiempo en la Edad Media).


La decadencia y caída del Imperio Romano después del año 400 no
ofrecía un clima propicio para el conocimiento. Aunque el estudio de la
meteorología en Europa nunca cesó del todo, durante los primeros siglos de la
era cristiana no apareció ninguna idea nueva. Hasta después de la muerte de
Mahoma (632 d.de C.), el conocimiento grecorromano, persa e indio se recopiló,
fusionó y enriqueció gracias al trabajo de filósofos y científicos musulmanes,
los cuales hicieron del Islam el centro de la civilización entre los siglos VIII
y IX. El enfoque que los árabes le dieron a la meteorología, basado en
observaciones astronómicas, fomentó la creencia tradicional de que el tiempo
podía predecirse mediante el estudio del movimiento de los cuerpos celestes.


En la Edad Media existía un gran interés por la astrometeorología.
Johannes Kepler, Tycho Brahe y otras figuras de la historia de la astrología
publicaron predicciones meteorológicas. Sin embargo no todos los eruditos
medievales estaban convencidos de la validez de los pronósticos del tiempo
basados en la astrología. Nicole Oresme (1323-1382) tenía poco respeto por sus
contemporáneos astrometeorólogos y creía que el pronóstico del tiempo llegaría a
ser posible sólo cuando se hubieran descubierto sus reglas exactas (aún hoy no
existen tales reglas exactas).


Durante el periodo comprendido entre los siglos XIII y XVII puede
comprobarse una modificación gradual de las anotaciones que hacían estos
astrometeorólogos, haciéndose menos frecuentes las observaciones astrológicas y
más contínuas y metódicas las observaciones meteorológicas. El principal corpus
de meteorología medieval lo constituye la obra del meteorólogo inglés, William
Merle, quien tiene en su haber la distinción de ser el autor del primer registro
meteorológico sistemático conocido.


La revolución científica, uno de cuyos precursores fue Leonardo Da
Vinci, liberó a la ciencia de sus represiones medievales. Se inauguró en 1543
con la publicación de la teoría heliocéntrica del sistema solar de Nicolás
Copérnico. Poco a poco comenzó a cuestionarse el concepto de la predicción del
tiempo basada en el movimiento de los cuerpos celestes y se fue aceptando que el
ciclo anual de las estaciones era controlado por el movimiento de la tierra
alrededor del sol. Las observaciones meteorológicas instrumentales comenzaron en
el siglo XVII cuando, en el año 1600, Galileo Galilei inventó el termómetro y su
discípulo Evangelista Torricelli, hizo lo propio con el barómetro en 1643.


Antes de la introducción del mapa del tiempo, el barómetro era el
instrumento decisivo en el pronóstico del tiempo. El primer pronóstico del que
hay documentos basados en el comportamiento del barómetro lo realizó Otto von
Guericke, de Magdeburg (Prusia), en 1660, quien predijo una gran tormenta a
causa de una caída de presión rápida e intensa en su barómetro dos horas antes
del fenómeno.


Antoine Lavoisier, impresionado por los experimentos realizados
por Borda a principios del siglo XVIII con observaciones simultáneas, presionó para
establecer una red de estaciones cubriendo toda Europa e incluso el planeta
entero. Lavoisier pensaba que con esta información sería posible pronosticar el
tiempo con uno o dos días de anticipación. Defendió también que un boletín
publicado cada mañana sería de gran valor para la Sociedad. Sin embargo hubo que
esperar el desarrollo de las comunicaciones que tuvo lugar más tarde (siglos XIX
y XX) para que la transmisión de la información fuera rápida y los datos fueran
analizados de manera significativa.


Después de la segunda guerra mundial, con el desarrollo de las
computadoras electrónicas de alta velocidad, los servicios meteorológicos
dispusieron de una nueva tecnología con la que hacer aún más objetiva la
medición del tiempo. A pesar de los avances tecnológicos la predicciones
obtenidas por métodos numéricos a partir de los datos procesados automáticos
siguen dependiendo, en última instancia, de los pronosticadores
humanos. El lanzamiento del Sputnik I en 1957 desde la URSS convirtió la
idea de obtener una visión global del tiempo desde el espacio en una posibilidad
práctica. En 1960, USA, lanzaba el primer satélite meteorológico completamente
equipado.

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