Mamuts

Mamuts


Los Mamuts



Tenían el tamaño de un elefante africano,
en ocasiones mayor, y una cabeza enorme defendida por
unos colmillos desproporcionados y muy curvados. Las orejas
eran pequeñas y la espalda, gibosa, descendía
en una grupa muy pronunciada. Su rasgo más característico
era una pelambre espesa, de color pardo oscuro o negro,
que los defendía del frío glacial. Los últimos
mamuts, los gigantes del hielo, sobrevivieron en la tundra
siberiana hasta hace apenas 3.600 años. Pero durante
el Paleolítico superior (35.000-10.300 antes del
presente) esta especie habitaba en toda Europa, incluida
la península Ibérica, su desaparición
en europa se fue dando de forma progresiva desde hace
12.00 años, quedando únicamente grupos aislados
en la tundra y estepas siberianas.
Su extinción es todo
un misterio, existen diversas teorías sobre como
la especie desapareció tan rápidamente,
se ha comprobado que los cazadores prehistóricos
les daban caza y esto pudo ser un factor añadido,
si bien todos los estudiosos del tema acuerdan que la
caza no pudo ser el factor determinante que acabó
con una población que en otra época habitó
la mayor parte del continente europeo. Otras teorías
hablan de un virus que afectó a la población
y se propagó a gran velocidad com si de un virus
de gripe o ébola se tratase, si bien esta teoría
hasta la fecha no ha podido ser comprobada pues no se
han encontrado rastros en su ADN de dicho virus. La explicación más razonable de la extinción
de las grandes manadas no se encuentra en un súbito
cambio de temperaturas, sino en una serie de inviernos
muy duros. Los mamuts eran animales migratorios que se
desplazaban lentamente hacia el sur en invierno, y volvían
al norte en verano. Sus extraños colmillos curvados
hacia adentro les servían probablemente para raspar
la superficie de la nieve y dejar a la vista la hierba
y los líquenes que había de bajo. Ciertamente,
los animales podían vivir bajo un frío extremo,
con su espeso pelaje, sus orejas pequeñas y sus
jorobas de grasa que, como las del camello, almacenaban
energía. Pero quizá un exceso de frío
les impidió en un momento dado rascar el suelo
a la profundidad suficiente para encontrar alimento. Si
esas condiciones se repitieron durante decenas o cientos
de años, era lógico que las manadas disminuyeran
e incluso desaparecieran.
Algunos hechos respaldan esta idea.
Robert Belí, en el boletín de la Sociedad
Geológica de América, proporcionó
en 1898 pruebas para esa teoría, relatando un
hecho ocurrido en la isla de Akpatok, en la bahía
de Ungava (Canadá). Esta gran isla siempre había
estado llena de renos, pero un invierno en que la nieve
era más profunda de lo habitual, llovió
(un acontecimiento casi sin precedentes) y se formó
una capa de hielo sobre el terreno y sobre la nieve,
impidiendo así que los renos obtuvieran alimento.
La consecuencia fue que murieron todos, y la isla nunca
volvió a poblarse. Si esa gran manada hubiese
sido la única de la especie, los renos se habrían
extinguido.
Belí también mencionaba el gran número
de huesos de mamut hallados en la costa siberiana, particularmente
en la desembocadura de ríos como el Liena. Señalaba
que en su juventud, antes de que los búfalos
fueran casi exterminados por los cazadores, grandes
manadas se ahogaban cuando intentaban cruzar ríos
helados y el hielo no era suficientemente grueso para
soportar su peso. Y el mamut era mucho más pesado
que el búfalo.







Cada cierto tiempo, el hallazgo
de un mamut en buen estado, congelado en el permafrost
de la tundra, salta a las páginas de los periódicos.






El Descubrimiento
de un Mamut Congelado

El mamut cuyos restos se encontraron en Berezovka proporcionó
a los científicos un material de trabajo muy
valioso. Un detalle muy curioso: la hierba y las flores
que se hallaron en la boca de la criatura indicaban
que había sufrido una muerte repentina… ¿Cuál?
La autopsia proporcionó la respuesta, y el doctor
Herz, jefe de la expedición, pensaba que muchos
otros mamuts pudieran haber muerto del mismo modo. Un
análisis riguroso del contenido del estómago
del animal mostró que contenía hierbas,
musgos y líquenes de varias clases, además
de ramas verdes de árboles de la tundra, como
abetos y pinos.
La presencia de algunas
semillas indicaba que la muerte se había producido
en otoño. Los ranúnculos sin masticar
indicaban que el mamut debió de encontrarse con
un desastre súbito. Según lo descubierto
por el geólogo, todos los detalles indican que
el mamut debía estar pastando cuando pisó
hielo demasiado delgado y cayó en el profundo
barranco, rompiéndose una pata y la pelvis. Al
debatirse en el suelo hizo caer toneladas de nieve y
fango semicongelado de los lados del barranco, y se
asfixió. Un hecho interesante es que alguna parte
del cuerpo se había transformado en adipocira
(mecanismo que consiste en un endurecimiento de la grasa
corporal semilíquida, que se convierte en una
especie de sebo casi permanente). Esto ocurre cuando
un cuerpo -humano o animal- ha estado sumergido en agua
o enterrado en un lugar húmedo.
Desde entonces se han encontrado algunos
cadáveres parcialmente preservados en el cinturón
de permafrost. En 1948, por ejemplo, una excavaciones
que empleaban una manguera de alta presión, en
Alaska, pusieron al descubierto la cabeza y los cuartos
delanteros de una cría de mamut, mientras un
ejemplar aún mejor que el de Berezovka salió
a la luz en la misma zona -Yakutsk- en el transcurso
de unos trabajos de obras públicas en el verano
de 1977. Era un animal de seis meses y como su trompa
estaba intacta, los investigadores observaron por primera
vez los dos “dedos” de la punta de la trompa,
al parecer necesarios para levantar objetos pequeños,
a la manera de los elefantes modernos, aunque el “dedo”
inferior del mamut también actuaba como solapa,
para proteger los orificios nasales.
El mamut de 1977 había muerto igual que el de
1900 y, como señalaba Hertz, debía ser
un tipo de muerte corriente para esas bestias tan voluminosas.
Los escépticos arguyen, sin embargo, que seguramente
no todos los mamuts perecieron de ese modo. La escuela
catastrofista sostiene que fue un desastre colosal lo
que causó un cambio brusco de temperatura y heló
los desiertos siberianos, privando de su comida a los
mamuts.
La teoría fue dada
a conocer a principios del siglo XIX por el naturalista
francés Georges Cuvier, considerado el padre
de la paleontología moderna. Pero en general
la ciencia moderna no acepta el catastrofismo. Una objeción
es que Cuvier basó sus hipótesis en una
interpretación errónea de las “lagunas”
de millones de años entre los fósiles
encontrados en un estrato de rocas y los que se encontraban
en el adyacente. El estado de los conocimientos geológicos
en su tiempo era tal, que los hombres de ciencia no
se habían dado cuenta de que las erupciones volcánicas
y otros movimientos en la superficie de la Tierra podían
mezclar los estratos de forma confusa. En cualquier
caso, no hay lagunas en los registros fósiles
de Siberia desde la desaparición del mamut. Ni,
como demostró Hertz, ha cambiado mucho la vegetación
desde que el ejemplar de Berezovka murió comiendo
ranúnculos.

¿Podrían
sobrevivir Mamuts en la actualidad?

El gran bosque de Siberia, la taiga, se extiende por
7.770.000 km2, y, exceptuando algunos cazadores nómadas
primitivos, está deshabitado. En 1581 Ermak Timofeyevich,
capitán de una banda de cosacos enviados a Siberia
cuando Rusia comenzó a conquistar ese territorio,
informó que una de las primeras cosas que él
y sus hombres vieron después de cruzar los Urales
fue “un gran elefante peludo”. Los nativos
no se sorprendieron, y le dijeron que solían
designarlos con un nombre que significaba “montaña
de carne”. Esto sucedió un siglo antes de
que el diplomático y explorador Evert Ysbrandt
Ides sugiriera que el mamontova-kosty provenía
de un animal parecido al elefante.
Pero un respetado diplomático francés
llamado Gallon hizo un relato mucho más impresionante
en 1920. Gallon estaba destinado en Siberia en esa época,
y se puso a conversar con un campesino ruso, un cazador
que había pasado cuatro años en la taiga  persiguiendo lobos y osos. 






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