Aparición de la Vida

Aparición de la Vida



LA
APARICIÓN DE LA VIDA


ORIGEN
DEL HOMBRE Y DE LA VIDA EN EL PLANETA – TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN

Trazar
el camino que siguió la humanidad durante este prolongado lapso de tiempo
es el reto al que se enfrentan los paleoantropólogos, los científicos que
estudian nuestros orígenes. Su desafío, no obstante, es tan apasionante
como quijotesco, puesto que, de un proceso tan dilatado y complejo como es
el de la hominización, hoy sólo se conservan unos cuantos restos de
herramientas y huesos fosilizados que, pese a su innegable valor
documental, resultan insuficientes para completar el árbol de la evolución
humana.
Pero lo
que hoy sabemos sobre nuestros antepa­sados es mucho más de lo que hace
sólo unas décadas los prehistoriadores llegaron a imaginar. El desarrollo
de la genética, por ejemplo, ha per­mitido que algunas teorías existentes
hayan sido confirmadas o descartadas y, en un futuro no muy lejano,
probablemente, la tecnología dará respuesta a aquellas preguntas sobre la
evolución humana que permanecen sin contestar. La investigación, mientras
tanto, continúa.


La Aparición de la Vida en la Tierra



El ser humano es un recién llegado a la
Tierra. Según el calendario cósmico creado por el científico
estadounidense Carl Sagan, si comparáramos la historia del universo con un
año de nuestra existencia, podríamos establecer que la aparición y
desarrollo del género Horno en el planeta se correspondería sólo a la
última hora y media del 31 de diciembre, y que, un hecho tan ancestral
como hoy nos parece la invención de la escritura, se habría producido en
realidad a únicamente 9 segundos del fin de año.
En este sentido, tomando como referencia los
estudios radiométricos realizados en los minerales más antiguos del
planeta, hoy puede determinarse que la Tierra se formó hace 4550 ± 70
millones de años. Nuestro planeta, según afirman los geológos, habría sido
inicialmente un globo incandescente que, tras un proceso de acreción de
meteoritos, aumentó de tamaño y, con el paso del tiempo, acabó enfriándose
y solidiflcándose.
Durante
este proceso, que duró unos mil millones de años, la influencia de la
gravedad provocó que los materiales pesados se fueran depositando en el
interior del globo, mientras que los más ligeros permanecieron en la
superficie. Así se formó la corteza terrestre. Al mismo tiempo, las
erupciones volcánicas generaron la salida de vapores y gases, y la
consiguiente aparición de una atmósfera primitiva, compuesta de hidrógeno,
helio, anhídrido carbónico y vapor de agua.
Cuando
la temperatura de la superficie fue inferior a la de la ebullición del
agua, el vapor se condensó en grandes cantidades y provocó fuertes
precipitaciones que, además de erosionar las rocas de la corteza terrestre,
determinaron la aparición de los océanos. Fue en este contexto, hace unos
3.500 millones de años, cuando, en el agua, aparecieron las bacterias más
primitivas —es decir, los primeros organismos vivos—.




Tuvieron
que pasar unos 700 millones de años más, no obstante, para que estas
primigenias formas de vida evolucionaran hasta convertirse en algas
unicelulares capaces de realizar la fotosíntesis y expulsar oxígeno. Con
la incorporación de este último elemento a la atmósfera, hace unos 1500
millones de años, aparecieron las primeras células eucariotas —con núcleo
diferenciado— y, unos 500 millones de años más tarde, la evolución de
éstas permitiría el desarrollo de seres capaces de intercambiar
información genética entre sí —es decir, de reproducir-se sexualmente—.
En el siguiente período, el Ordovicio,
fueron muy abundantes los trilobites y los corales y, al mismo tiempo que
aparecían las primeras formas de vertebrados marinos —los peces sin
mandíbulas, como las lampreas-, algunas plantas e invertebrados iniciaron
la colonización de tierra firme. Por su parte, la tercera división de la
Era Primaria, el Silúrico, estuvo marcada por la abundancia de algas
marinas y de peces —algunos ya con mandíbulas-, así como por la existencia
de miriápodos y de plantas vasculares —con conductos internos para la
circulación de agua y nutnentes— en el medio

terrestre.
La aparición de nuevas tierras. altas
cordilleras y grandes lagos inauguró el período que siguió a] Silúrico, el
Devónico, conocido también como la “era de los peces”. Junto a la
floreciente fauna marina y lacustre, en este tiempo se multiplicaron las
formas de vida en las tierras emergidas, mostrándose, por ejemplo, los más
primitivos insectos y anfibios; estos últimos, como una evolución de los
peces pulmonados y con aletas pedunculadas —es decir, capaces de respirar
y de desplazarse fuera del agua—.




En el Carboníféro, las especies vegetales,
como los helechos y los gigantescas.
Fue en este momen to, además, cuando crecieron las primeras coníferas,
dando lugai a espesas selvas que, enterradas bajo los aluviones en épocas
posteriores, serian responsables de la formación del carbón mineral. La
existencia de un clima pantanoso, húmedo y cálido, por otra parte,
favoreció la multiplicación de familias y especies de insectos —tanto
terrestres como voladores— y de anfibios. De un grupo de éstos,
precisamente, evolucionarían los reptiles, los primeros seres que pusieron
sus huevos fuera del agua y que, gracias a desarrollar una articulación
occipital, pudieran mover la cabeza.
Durante el Pérmico, el período
que pone fin al Paleozoico, los desiertos y las montañas sustituyeron
progresivamente a los húmedos bosques y pantanos del hemisferio Norte.
Este cambio climático y ambiental provocó el retroceso de los animales que
dependían del agua, como los anfibios, y benefició a aquellos que, por su
evolución fisiológica y reproductiva, mejor se habían adaptado a la vida
terrestre: los insectos y los reptiles.
De entre los grupos de reptiles surgidos a
finales de la Era Primaria destacan los terápsidos, los antepasados de los
mamíferos. Se trataba en su mayoría de animales terrestres, con grupos
tanto de carnívoros como de herbívoros, que, a diferencia del resto de
reptiles, desarrollaron poco a poco la capacidad de regular la temperatura
interna de su cuerpo. A finales del Pérmico, no obstante, algún tipo de
catástrofe acabó con numerosas especies vegetales y animales del planeta,
y, junto a éstas, se extinguieron la mayor parte de terápsidos.




Dominio de los dinosaurios



El Paleozoico dio paso al Mesozoico o Era
Secundaria, que se inició hace unos 250 millones de años. El primero de
los tres períodos geológicos en que se divide éste, el Triásico, estuvo
caracterizado en sus últimos momentos por una nueva extinción masiva de
especies y por la aparición de los saurios, que pronto se diversificaron
y, gracias a su capacidad de adaptación, comenzaron a dominar el planeta.
Los únicos descendientes de los terápsidos
del Paleozoico que sobrevivieron al Triásico fueron los cinodontes, que,
tras millones de años de evolución, darían origen a los mamíferos. En este
sentido, muchos expertos apuntan al Thrínaxodon como posible ancestro
directo. Los mamíferos aparecieron en la Tierra hace unos 230 millones de
años, es decir, a finales del Triásico. Una de las especies más primitivas
que se conocen fue el Morganucodon, cuyo fósil ha sido encontrado en
cuevas de Gran Bretaña y de China. Según se cree, este diminuto
insectívoro, con aspecto de zarigüeya y costumbres nocturnas -lo que se
deduce por el gran tamaño de sus ojos— empezó a caminar por el planeta
hace unos 200 millones de años. Establecer exactamente la frontera que
existió entre los primeros mamíferos y los reptiles cinodontes —con
quienes llegaron a convivir largo tiempo— resulta muy diflcil, puesto que
órganos como el pelo o las mamas, que son los que definen a los mamíferos,
no se conservan fosilizados.
Mientras los dinosaurios fueron amos y
señores de la Tierra, lo que ocurrió durante el Jurásico y el Cretácico
—hasta hace unos 65 millones de años—, los mamíferos fueron pequeños e
insignificantes. A la sombra de los gigantescos reptiles, no obstante, los
descendientes de los terápsidos lograron diversiflcarse y evolucionaron
lentamente. En este período, por ejemplo, aparecieron los primeros
monotremas —parientes lej a-nos del ornitorrinco—, así como los ancestros
de los marsupiales y de los placentarios. Sin embargo, de todos los grupos
de mamíferos del Mesozoico, el más destacado tite el de los
multituberculados, diminutos animales de aspecto parecido a los roedores
que se extinguieron hace 30 millones de años. En el Jurásico, por su
parte, también aparecieron las aves, evolucionando a partir de un grupo de
reptiles voladores.


La era de los mamíferos


Al final del período Cretácico, se produjo
la extinción masiva de los dinosaurios y otras especies vivientes. Las
causas de esta catástrofe son aún desconocidas, aunque la teoría más
aceptada es la que señala el impacto de un meteorito de gigantescas
dimensiones como detonante de un cambio climático con nefastas
consecuencias para la flora y la fauna del planeta.
La desaparición de los grandes reptiles dio
paso a la Era Terciaria —que, junto con la Cuaternaria,
f
orman el llamado Cenozoico—.
Durante ésta, los mamíferos, aprovechando el
vacío dejado por los saurios, se multiplicaron y diversificaron,
imponiendo su dominio sobre el resto de vertebrados. De las 10 familias
que existían al iniciarse el primer periodo de la Era Terciaria, el
Paleoceno, se pasó a casi 80 en el Eoceno —tras sólo 10 millones de años
de evolución—. Muchas familias de mamíferos modernos, por su parte, datan
del Oligoceno —es decir, de hace entre 35 y24 millones de años—, y fue en
el Mioceno —hace entre 24 y 5 millones de años- cuando se registró la
mayor diversidad de especies. En este último período aparecieron los
primeros y más primitivos hominoides, como los Proconsul, Diyopithecus y
Rarnapithecus.
A partir del Mioceno, el número de mamíferos
empezó a declinar y, como consecuencia de los profundos cambios climáticos
que se produjeron durante el Plioceno, hace unos 2 millones de años muchas
especies desaparecieron.
Estaba a punto de iniciarse la Edad del
Hielo, la Era Cuaternaria o Neoceno, en la que un primate muy avanzado iba
a imponer su dominio: el Homo.


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