Prehistoria en Europa
Es innegable que Europa, durante toda su Prehistoria, fue tributaria de los avances de África y Oriente Medio. Si exceptuamos la cultura Musteriense y quizá la Auriñaciense junto con el desarrollo del Arte paleolítico; además de la Cultura megalítica o la Cultura del vaso Campaniforme, todos los progresos registrados en esta fase de la Historia europea son importaciones foráneas. Esta afirmación podría considerarse excesivamente difusionista, pero sólo la aparición de la cultura clásica grecorromana pone a Europa a la altura de las grandes civilizaciones de otros continentes.
Edad de Piedra europea
La Edad de la piedra europea sigue dividiéndose en tres etapas, siguiendo las propuestas de John Lubbock en 1865 que separó el Paleolítico y el Neolítico. A éstas se unió el Mesolítico, gracias al descubrimiento del Tardenoisiense por Gabriel de Mortillet etre 1885 y 1897.11 Más tarde las tres edades de la piedra fueron precisadas y enriquecidas por las propuestas del abate Breuil en 1932. Desde entonces, aunque se hayan cambiado los cuadros de referencia y muchos conceptos erróneos, la división apenas ha sufrido alteraciones relevantes.
Paleolítico, la primera fase, o Edad Antigua de la Piedra: Es el periodo más antiguo y largo de la historia europea; comenzaría hace aproximadamente un millón de años con la llegada de los primeros humanos (bien Homo ergaster, bien Homo antecessor). Durante el Paleolítico europeo se suceden, después, otros tipos: Homo heidelbergensis, Homo neanderthalensis y Homo sapiens sapiens; este último vino a través de otra migración provocando la extinción de los neandertales hace 50.000 años. Paralelamente a la evolución humana se produce una evolución cultural: durante el Paleolítico Inferior la cultura dominante en Europa es el Achelense; en el Paleolítico Medio tenemos el Musteriense (propia del hombre de Neandertal), quizá el Châtelperroniense sea un epígono de este tipo humano. Con la llegada del hombre moderno12 se suceden una serie de culturas como el Auriñaciense, el Gravetiense, el Solutrense y el Magdaleniense. Otros elementos importantes para comprender el Paleolítico son las continuas oscilaciones climáticas llamadas glaciaciones, el predominio de la economía cazadora recolectora y la aparición del Arte al mismo tiempo que llega el hombre moderno.
Los monumentos megalíticos han sido interpretados como centros simbólicos y/o rituales de las poblaciones de su entorno, de las cuales se conocen muy pocos datos: algunas cabañas dispersas de madera o piedra, acumulaciones de sílex, fosas y hogares, son las evidencias halladas. La excepción la constituye el interesante poblado de Skara Brae, en las islas Orcadas (Escocia). También se han encontrado en el norte y noroeste de Europa ciertos recintos delimitados por fosos sucesivos, terraplenes y empalizadas, denominados campos atrincherados, que funcionarían, posiblemente, como espacios rituales complementarios de los megalitos.
Un monumento megalítico es una construcción formada por piedras gigantescas (de varias toneladas), de ahí su nombre: megas: gigante y, lithos: piedra. Hay cinco clases de monumentos megalíticos:
Menhir: es una gran piedra puesta de pie que marcaría un lugar sagrado.
Alineamiento: es un conjunto de menhires puestos en fila.
Crómlech: es un conjunto de menhires puestos en círculo. Se supone que el alineamiento y el crómlech eran templos al aire libre
Dolmen: Es el monumento más complejo. Se trata de un lugar para enterrar a los muertos de la tribu. Constaba de un corredor o pasillo de entrada y de una cámara funeraria, ambos construidos con grandes lajas de piedra. Todo ello cubierto por un montículo de tierra y cascotes llamado túmulo. El dolmen es como una montaña artificial con una cueva artificial en su interior. Todos los difuntos eran depositados en la misma cámara funeraria, ya que se trataba de un lugar de enterramiento colectivo. Junto a los difuntos se colocaban ofrendas funerarias (como armas, comida y joyas, entre otros elementos).
Trilito: Dos piedras paralelas y verticales, no muy separadas entre si y una horizontal puesta sobre ella.
Edad de los metales en Europa
Calcolítico europeo
El Calcolítico o Eneolítico es la Edad del Cobre (en griego cobre se dice Χαλκός = «kalkós»). Esta fase es, a menudo, difícil de definir, pues la presencia de objetos de cobre no siempre supone un cambio cultural importante respecto al Neolítico, por lo que suele tratarse como un estadio intermedio entre el final de la edad de Piedra Mesolítico y la Edad del Bronce. No obstante, es posible utilizar esta denominación para algunas culturas, que presentan rasgos claramente diferenciados; en el periodo que transcurre entre el cuarto y el segundo milenio a. C.. Quizá convenga aclarar que no se tratarán aquí las culturas del tercer milenio del Egeo (Cicládico y Minoico), por considerarlas más avanzadas, en la línea de otras del Próximo Oriente, tal vez protohistóricas y incluso podrían incluirse en los inicios de la Historia antigua del mundo preclásico.
Un segundo foco metalúrgico local se sitúa al sur de la península Ibérica, donde los yacimientos cupríferos de Almería atrajeron exploradores orientales que, por aculturación, provocaron el nacimiento de la cultura de Los Millares (Almería) que se desarrolla a lo largo del III milenio a. C. Al parecer, el cobre hispano, rico en arsénico, tenía mayor calidad que el cobre puro (aunque sin llegar a igualar al bronce). Los contactos comerciales de gentes del otro extremo del Mediterráneo con indígenas almerienses aumentaron su riqueza y complejidad social. Aunque Los Millares mantienen las tradiciones megalíticas funerarias, su estructura social es, sin duda, mucho más compleja que en el Neolítico final; de hecho los dólmenes almerienses pasan a ser sepulcros de corredor con cámara de falsa cúpula, es decir, auténticos tholoi14 y aparecen impresionantes estructuras defensivas en el poblado epónimo y en otros de la misma zona. Innegable es la influencia del mediterráneo oriental en la aparición de ciertos objetos, algunos relativamente abundantes, como los idolillos oculados de inspiración cicládica, y otros más raros como cerámicas egeas, puñalitos egipcios y otras piezas de marfil y alabastro. La cultura de los Millares es, pues, el resultado, de la evolución de indígenas peninsulares ante la influencia de extranjeros orientales. O, por decirlo en palabras de un insigne arqueólogo español: «...la alternativa aquí planteada, que el Calcolítico en Iberia se haya desarrollado localmente, a partir de la invención local de la metalurgia y con un mínimo de influencia externa, debe ser igualmente considerada como posibilidad».
La tercera gran incursión del cobre viene de la mano de la cerámica cordada, propia de gentes de originarias de las estepas del este. Estos pueblos pastores y guerreros llegaron con costumbres nuevas a principios del tercer milenio a. C., ocupando un extenso territorio que comprendía desde las estepas al norte del mar Mar Caspio, hasta las riberas del Báltico y los Países Bajos e incluso alcanzaron Suiza (al norte del Danubio); no se conocen sus causas de su migración, pero, sin duda, truncaron una plausible evolución local de las pequeñas culturas calcolíticas europeas. A pesar de que esta especie de invasión no dio lugar a una cultura uniforme, en Europa oriental ha recibido el nombre de Kurganes de las estepas y en Europa Central, Cultura de las Cerámicas cordadas o, también, Pueblos del hacha de combate. Sin embargo hay, por toda la zona que ocuparon, una gran diversidad cultural con una serie de rasgos comunes que podemos sintetizar en los siguientes puntos:
- Las costumbre funerarias de enterramiento individual o colectivo, en una pequeña cámara funeraria semisubterránea en forma de pequeña cabaña de madera, todo ello bajo un túmulo llamado Kurgán. Los sacrificios de ganado para formar parte de las ofrendas al difunto. La colocación contraída del cadáver e intensamente rociado con ocre rojo
- El ajuar más característico suele incluir las denominadas cerámicas cordadas (es decir, decoradas con impresiones de curedas), las hachas-martillo con enmangue directo (llamadas hachas de combate, y que parecen réplicas en piedra de piezas metálicas sumerias o anatolias) y, si el individuo era de alta posición social, piezas exóticas de clara influencia oriental (vasos y apliques de plata, adornos repujados de oro y algunos objetos de cobre, entre otros).
La implantación metalúrgica definitiva en toda Europa la protagoniza un grupo que, a pesar de ser mal conocido, se extiende por toda Europa occidental, se trata de la Cultura del vaso Campaniforme desde el 2300 a. C., hasta bien pasado el 1800 a. C. En realidad no estamos ante una cultura en el sentido estricto del término, sino de una fenómeno que afecta a prácticamente toda la Europa prehistórica (Salvo las zonas el este y los Balcanes), pero de un modo desigual y manteniendo una gran diversidad de grupos culturales regionales. Por otro lado, el fenómeno campaniforme no supuso ningún avance en la metalurgia del cobre en las zonas más desarrolladas, pero supone su expansión a otras áreas marginales que se mantenían en una Edad de Piedra Tardía y que no conocían el metal. Evidentemente, el objeto más característico de este horizonte son los vasos de cerámica de forma acampanada, con decoración incisa o impresa cuyos motivos varían según las peculiaridades regionales.
Edad del Bronce en Europa
El Bronce es el resultado de la aleación de cobre con estaño con la ventaja de que funde a más baja temperatura y es mucho más resistente que el cobre. Fue inventado en oriente medio hacia el IV milenio a. C. sustituyendo al Calcolítico aunque en otros lugares esta última edad fue desconocida y el bronce sustituye directamente al período Neolítico. El bronce penetró en Europa a través de una extensa red de vías comerciales que recorrían todo el continente hasta el Mar del Norte, comunicando con las avanzadas civilizaciones del mundo Egeo, así como Egipto y el Próximo Oriente.
Bronce Antiguo en Europa
Entre los años 1800 a. C. y 1500 a. C., aproximadamente, coincidiendo con la plenitud del mundo minoico, es decir con la fase llamada «Minoico Medio o de los Grandes Palacios», pero también con el inicio del mundo micénico. Europa se benefició de la demanda de materias primas por parte de las grandes civilizaciones del Próximo Oriente y del Egeo. éstas demandaban ámbar del Báltico, cobre del bajo Danubio y Huelva, estaño de Cornualles y Galicia, oro de Irlanda, metales preciosos de Andalucía y azabache de Gran Bretaña. A cambio ofrecían manufacturas de bronce (armas, sobre todo) o, simpemente difundían la nueva tecnología metalúrgica, junto a otros objetos exóticos entre los que destacan los ornamentos de oro y plata y las perlas egipcias de fayenza azul. Las principales rutas comerciales eran controladas por una serie de culturas que, en conjunto, llamaremos Complejo o familia de los túmulos del Bronce Antiguo. Éstas, aunque muy diferentes, comparten un sustrato calcolítico en el que se combina la herencia occidental del Campaniforme tardío, las Cerámicas cordadas de Centroeuropa y los kurganes de las estepas orientales: cultura de Unetice, un gran dominio que abarcaba desde el mar Negro hasta el mar Báltico; y las que parece subsidiarias suyas en occidente: cultura de los Túmulos armoricanos, cultura de Wessex: en las Islas Británicas, durante esta época, siguen teniendo gran importancia los santuarios megalíticos llamados «Henges», que, bien son mantenidos como centros cultuales en activo o, incluso remodelados y enriquecidos, como es el caso del propio Stonehenge.
El Bronce Medio transcurre, más o menos, entre el 1500 a. C. y el 1200 a. C., lo que significa que coincide con el apogeo de la Civilización micénica. En el corazón de Europa, la cultura de Unetice deriva a la Cultura de los Túmulos, un agregado no unitario pero con una base común, y una oligarquía que se beneficia del comercio con el mundo Egeo. Casi todas ellas poseen poblados no muy grandes, edificados sobre colinas de fácil defensa y protegidos por murallas de madera y barro y varios fosos circundantes; las viviendas de madera, poco elaboradas, sugieren cierta movilidad (podría tratarse de «pastores guerreros»). Los enterramientos siguen siendo tumulares, pero los túmulos son más monumentales y a menudo se agrupan en grandes necrópolis y incineración es cada vez más habitual. Aparte de eso, el mundo escandinavo, que, hasta ahora, sufría un importante retraso, se pone a la altura de Centroeuropa, constituyendo una zona de gran relevancia. Otras áreas culturales, aparte de la «Povincia Nórdica», son la «Provincia Atlántica» (con Bretaña y las islas Británicas), y la «provincia Itálica» donde se desarrollan la cultura de las Terramaras y la cultura Apenínica, ambas de fuerte influencia balcánica; frene a la Cultura Sícula más cercana al mundo micénico, que ya había colonizado las Islas Eolias en esa fase.
Una de las novedades más notables entre el Bronce antiguo es la aparición de auténticas espadas con largas hojas y sistemas de enmangue más efectivos que los remaches: empuñaduras lengüeta cuyos los mangos son, a veces, ricamente decorados con materiales perecederos que, afortunadamente, se conservan en algunos ejemplares de la zona nórdica (cuero, hueso y maderas de diversos tonos y, a veces, incrustaciones de oro y ámbar). Asimismo aparecen las puntas de lanza tubulares y las hachas de talón o «palstaves».
La península Ibérica, con ser diferente, no puede decirse que tenga un nivel cultural superior al del resto de Europa. La zona más desarrollada es el sureste (Almería y alrededores), a causa del florecimiento de la Cultura del Argar, esta vez en su fase plena.16 El Argar es, en cierto modo, continuador de Los Millares, tras el paréntesis Campaniforme, pero, al mismo tiempo es una cultura muy diferente, surgiendo, de nuevo, la cuestión de si se trata de una cultura indígena que progresa gracias a los contactos con pueblos mediterráneos o si hay una auténtica colonización oriental (el número de asentamientos localizados revela un fuerte aumento demográfico respecto a etapas anteriores). Se caracteriza por sus poblados fuertemente protegidos, con gruesas murallas y áreas restringidas tipo acrópolis. Los enterramientos individuales (bajo las viviendas) que, en el Bronce Antiguo eran en cista, pasan a ser en grandes tinajas o «pithoi», con un ajuar que delata la poderosa influencia del otro extremo del mar Mediterráneo. La organización interna de los poblados, con barrios mejor protegidos, la jerarquía urbana detectada en los análisis espaciales y los ajuares funerarios apuntan a una compleja estratificación social: aunque El Argar no llegó nunca a formar un auténtico estado centralizado, debió de estar muy cerca de serlo. Las formas cerámicas de El Argar son muy diferentes de las del resto de Europa occidental, sus formas (con vasos carenados y altas copas sin decoración) se inspiran estrechamente en la cerámica del mundo Egeo, el resto del ajuar lo componen brazaletes, cuentas de ámbar, espadas (muy diferentes a las centroeuropeas, pues mantienen el sistema de mango macizo sujeto con remaches), alabardas, brazaletes, ornamentos de ámbar, alfileres..., y unas inconfundibles diademas de oro.
Aunque el mundo argárico se concentra en las provincias de Almería y Murcia (afectando también a Málaga y Granada), toda la mitad sur de la península Ibérica se ve afectada por su influencia, muy clara en la Cultura de Atalaia al sur de Portugal y en la cultura de las Motillas de La Mancha. A medida que nos desplazamos hacia el norte, la influencia argárica se hace más difusa, aunque se ha constatado que hubo relaciones comerciales norte-sur. De todos modos el Bronce Medio del resto de la Península se conoce bastante mal, destacando la zona galaico-portuguesa, en la que, aunque apenas hay datos concretos, se atestigua una cultura muy influida por el Mundo Atlántico tanto en las manifestaciones artísticas (los petroglifos), hasta los atesoramientos como el de Caldas de Reyes (Pontevedra), con más de 30 kg de objetos metálicos de origen bretón e irlandés. En la Meseta, elta etapa es muy mal conocida, aunque una serie de yacimientos (Los Tolmos de Caracena en Soria, Cogeces del Monte en Valladolid, Abia de la Obispalía en Cuenca, y otros más) permite hablar de una cultura denominada Protocogotas (o, también «horizonte Cogeces») que acusa, indistintamente la influencia argárica y atlántica, sobre un sustrato epicampaniforme.
Bronce final en Europa
El Bronce final (aproximadamente 1250 a. C.-725 a. C.) viene determinado por la aparición y la expansión de la Cultura de los Campos de Urnas en casi todo el continente, aunque hay otros horizontes culturales importantes en la provincia nórdica y en la cornisa atlántica. Según la idea más extendida, la Cultura de los Campos de Urnas surge de un modo repentino, en el centro de Europa, suponiéndose su zona originaria en la región de Pannonia, en torno al siglo XIII a. C. Para unos la aparición de esta cultura provoca una profunda convulsión, sobre todo en Europa Oriental y el Próximo Oriente, de ahí la caída de la civilización micénica (destruida por los dorios), la desaparición del imperio hitita (a manos quizá de traco-frigios), llegando los ataques incluso a los egipcios, que documentan incursiones de «gentes del este» denominados pueblos del mar (que quizá fueran poblaciones desplazadas, o que huían de la destrucción de sus lugares originarios). Sin embargo, no todos comparte esta explicación; de hecho, cada vez se extiende más la idea de que la «Cultura de los Campos de Urnas» no apareció violentamente, sino que es la consecuencia de una evolución suscitada por la llegada de pobladores orientales que se mezclaron pacíficamente con los indígenas centroeuropeos. El hecho de que la nueva cultura ocupe el mismo espacio geográfico que la de los túmulos (del Bronce Medio) y que la Unetice (del Bronce Inicial), parece confirmar que realmente existe continuidad cultural y racial. Además, el único cambio sustancial es, precisamente, la sustitución de las costumbres funerarias (cosa que ni es novedosa, ni es repentina), ya que el resto de los aspectos socio-culturales del bronce centroeuropeo no sufre alteraciones significativas, salvo diversos progresos que cristalizan en una auténtica época de plenitud. Gracias a su prosperidad y a la diversificación económica, la «Cultura de los Campos de Urnas» se expandió alcanzando gran parte de Europa occidental y mediterránea. Algunas áreas (sur de la península Ibérica, litoral atlántico y Escandinavia), quedaron al margen, pero no dejan de estar muy influidas por ésta. Por otro lado, el territorio ocupado por los campos de urnas no es unitario, al estar formado por un conglomerado de culturas locales, con un sustrato común, pero con particularidades regionales específicas.
Los poblados (de madera y adobe) son muy similares a los del Bronce medio, sin embargo ahora se aumentan sus defensas con terraplenes, empalizadas y recintos amurallados de tapial con refuerzos de madera; además las puertas adquieren forma de embudo y se protegen con torreones. En el interior, casas rectangulares de adobe con tejados de madera y paja. Suele haber numerosos silos y molinos de vaivén, evidenciando la importancia creciente de la agricultura frente al pastoreo, aunque éste sigue siendo fundamental, a juzgar por la abundancia de restos de ganado bovino, ovino, porcino..., incluso equino (de hecho, hay constancia de la difusión, no solo del carro, sino de la monta de caballos). Otras actividades económicas relevantes son las exportaciones de ámbar (que ahora, ya no se dirigen solamente a los emporios micénicos), y la explotación y comercio de la sal.
La cultura material también incluye novedades. Aparecen los primeros objetos de vidrio, seguramente incorporados del Próximo Oriente; pero, por lo demás, Europa experimenta una mayor independencia respecto a esta zona. Su evolución comienza a ser más autónoma y sus creaciones originales más habituales. Por ejemplo, proliferan los grandes recipientes de bronce batido o repujado, con formas muy diversas, entre ellas. las sítulas (que tanto predicamento tendrán en la edad del Hierro), a veces con una ornamentación muy sofisticada, convirtiéndose en objetos de intercambio muy apreciados, cuya función era sin duda ceremonial. Otros objetos ornamentales comunes son los torques, los brazaletes de costilla, y las fíbulas, de diversos modelos, como las llamadas «de anteojos» (por el desmesurado tamaño de su doble espiral). Entre las armas, hay una complejísima evolución, por lo que sólo mencionaremos que las puntas de flecha de sílex son definitivamente sustituidas por otras de bronce, se siguen desarrollando las hachas de combate, con talón y anillas, las alabardas, las lanzas y aparecen las corazas, los escudos y los cascos. Los modelos más representativos de espada son las de puño macizo con la guarda en U; bien con un gran pomo discoide, bien rematadas en antenas. La hoja suele ser biselada, a veces con rica decoración, y con silueta pistiliforme.
- El Bronce final en el resto de Europa, en concreto la cornisa atlántica se caracteriza por la continuidad y el progreso favorecido por los contactos con la «cultura de los campos de urnas» y por el nacimiento de una ruta comercial marítima que conectaba estas áreas con el Próximo Oriente (atravesando el estrecho de Gibraltar) a través de la cual se obtenía oro y estaño para oriente. El Bronce Final Atlántico es poco conocido porque se da la paradoja de que apenas se conocen asentamientos o necrópolis, pero abundan los llamados escondrijos (o zulos de objetos de bronce destinados al refundido) donde se han localizado piezas de una factura tan perfecta que se ha llegado a hablar de una belle époque de la Edad de Bronce. Por lo que se ve, el objeto más apreciado eran las espadas,18 al principio pistiliformes y al final con hoja en «lengua de carpa». No obstante, en el sur de las islas Británicas sí hay varios poblados, entre ellos destaca el de Itford Hill (Inglaterra), que nos puede servir como orientación sobre este punto: un emplazamiento elevado con varios recintos defensivos de madera que protegen una serie desordenada de viviendas de madera y barro, de planta circular. Las necrópolis evidencian la adopción de la cremación, con las cenizas depositadas en urnas cinerarias o directamente en pequeños fosos bajo túmulo.
En la llamada Provincia Nórdica se da un fenómeno similar, en el sentido de que se adopta la incineración como ritual funerario, a pesar de no pertenecer a la cultura de los campos de urnas. Asimismo se da un periodo de esplendor, en este caso con una industria metalúrgica más diversa y original que la zona atlántica. La diversidad y maestría de la metalurgia escandinava es asombrosa; a la enorme variedad de armas, hay que añadir los objetos de tocador (navajas de afeitar, pinzas, alfileres...), los vasos de bronce batido con ruedas, seguramente votivos o ceremoniales, como el de Skallerup, los jarros de oro repujado que se exportaron por toda Europa (tal es el caso de cono de Aventon, aparecido en Francia, pero elaborado en talleres escandinavos), las trompas de chapa de bronce o de otro y las fíbulas, casi siempre «de anteojos». A estos hallazgos hay que añadir que los poblados son mucho más abundantes en el Atlántico (lo que revelaría el aumento demográfico subsiguiente a la prosperidad económica) y están protegidos por defensas naturales y artificiales. De esta época son la mayoría de los petroglifos escandinavos de los roquedos de Noruega y Suecia, en las regiones de Escania y Uppsala; destacando la zona de Tanum (declarada Patrimonio de la Humanidad).
- En el noreste de la Península penetra la «Cultura de los campos de urnas» en su estado más puro aunque, con el tiempo, seguirá una evolución independiente. Se conocen mejor sus necrópolis que sus poblados, destacando el de La Pedrera de Vallfogona (Balaguer, Lérida). Los campos de urnas peninsulares abarcaron Cataluña y el bajo Aragón.
- En el noroeste predomina el poderoso influjo atlántico de Bretaña y las islas Británicas, pudiéndose afirmar que se da una evolución parecida, al menos en los elementos materiales de la cultura, pues los objetos metálicos recuperados así lo indican: escasez de lugares de hábitat, abundancia de objetos de bronce (hachas de talón y anillas, calderos de chapa de tradición irlandesa, recipientes de oro batido con motivos típicamente escandinavos...). Las espadas son pistiliformes al principio y de lengua de carpa al final.
- En el sur, en territorios andaluces se produce un periodo de estancamiento respecto al esplendor argárico. Sin embargo, todo indica que se trata de indígenas directamente emparentadas con Los Millares y El Argar, cuyas dos características más sobresalientes son la «cerámica de retícula bruñida» (con barniz rojo, bruñida y decorada por dentro con motivos reticulados que recuerdan mucho la influencia fenicia) y los enterramientos en cista, sin ajuar, cubiertos con lajas decoradas llamadas «estelas extremeñas» (en ellas se representa esquemáticamente al difundo con diversos objetos como armas, broches, espejos, incluso carros). El ámbito ocupado por esta cultura coincidirá, básicamente, con lo que luego será el territorio de Tartessos.
Se llama Edad del Hierro al período en que se desarrolló la metalurgia del hierro. Este metal es superior al bronce en cuanto a dureza y abundancia de yacimientos. El empleo correcto de este mineral comenzó en el II milenio a. C., siendo los hititas el primer reino organizado que controló su producción. La expansión del conocimiento sobre el uso del hierro se produce probablemente desde Irán a través del Cáucaso, donde se refugiarían los supervivientes del imperio hitita destruido en el siglo XIII a. C.
Así pues, la Edad del Hierro viene caracterizada por la utilización del hierro como metal, importada de Oriente a través de las sucesivas inmigraciones de tribus indoeuropeas (célticas). En el caso de Europa Occidental, comienzan a llegar a partir del 1200 a. C., durante el Bronce Final. A pesar de que los minerales con hierro eran mucho más abundantes, su tratamiento requería una tecnología compleja y absolutamente diferente a la de otros metales conocidos hasta la fecha (refinado, fundido, forjado y templado), lo que obstaculizó su difusión: durante muchos siglos el hierro fue más un objeto de prestigio que una materia prima usada en herramientas de un modo habitual, por lo que el bronce no fue desbancado, sino todo lo contrario.21 En el caso de Europa el hierro no se generaliza hasta, aproximadamente, el año 800 a. C. y en la mayor parte del continente finaliza con la romanización. No obstante en el norte de Alemania la edad del Hierro continúa con el nombre de cultura de Jastorf; y en Escandinavia persiste hasta la época vikinga (alrededor del año 1000 de nuestra era). En cualquier caso, como para los otros periodos de la prehistoria, los límites cronológicos de la Edad del Hierro varían considerablemente según el área cultural y el área geográfica considerada.
La aparición del hierro coincide, además, con lo que podríamos llamar «línea de rotura de la Europa Prehistórica».23 Hasta el siglo VIII a. C. sólo el Mediterráneo oriental entra dentro de los parámetros históricos, a partir de entonces, nuevas culturas alcanzan los requisitos: el año 776 a. C. es reconocido por los antiguos griegos como el de su primera Olimpiada, es decir, el comienzo de su historia; por estas mismas fechas, en la península Itálica, la cultura de Villanova, una variante regional de los «Campos de Urnas», deriva en la civilización etrusca; en el 753 a. C. los romanos sitúan la fundación de la antigua Roma. Así nacen las civilizaciones clásicas, cada una de las cuales tiene sus propio alfabetos derivados del alfabeto fenicio. Posiblemente los exploradores y colonizadores fenicios sean los responsables del nacimiento de otra civilización mediterránea en Andalucía que, cuando menos, ha de considerarse protohistórica. Se trata de Tartessos, una cultura escurridiza por lo que es poco lo que se sabe con certeza de ella; entre otras cosas, pudo haber tenido su propio sistema de escritura, pero, aunque no hubiera sido así, el desarrollo social, cultural e incluso estatal, justifican su exclusión de la Prehistoria. Estamos, por tanto ante un periodo de dinamismo cultural en el que gran parte del Mediterráneo alcanza altos niveles culturales, tanto como para considerar que la Prehistoria ha llegado a su fin. A juzgar por las fuentes escritas, las exploraciones fenicias pudieron comenzar en antes del primer milenio, pero no hay constancia arqueológica hasta el siglo VIII a. C.; por esas mismas fechas la primera oleada de colonizadores griegos se establece en el Mediterráneo central, y en el siglo siguiente, una segunda oleada alcanza la península Ibérica (Ampurias, Hemeroscopio, Mainake). La influencia de fenicios y griegos debió ser fundamental no sólo para la difusión de la metalurgia del hierro, sino, sobre todo, para el desarrollo de sociedades que alcanzan el nivel de históricas.
Cultura de Hallstatt
La cultura de Hallstatt (800-450 a. C.) o Primera Edad del Hierro en Europa Central, Francia y los Balcanes, considerada heredera de la «cultura de los Campos de Urnas». Esta sociedad está dirigida por una aristocracia guerrera; aunque el hierro al principio es minoritario, a partir del VII a. C., se generaliza poco a poco. Esta cultura mantiene contactos con el Mediterráneo y con las estepas del este europeo. Persiste el comercio del ámbar y del estaño en los intercambios con el mundo mediterráneo. Se recupera el rito funerario de la inhumación bajo túmulo, imponiéndose paulatinamente sobre la incineración, que es más habitual en las zonas periféricas (donde suele hablarse de «Campos de Urnas Tardíos»). Algunas tumbas, por su contenido y por su estructura, resultan claramente principescas con ricos ajuares depositados en grandes cámaras mortuorias de madera.
La cultura de La Tène (desde el 450 a. C. hasta la conquista romana); es la Segunda Edad del Hierro en Centroeuropa, Francia, norte de España e Islas británicas. El hierro se ha generalizado y la economía se ha diversificado, naciendo una auténtica Cultura Céltica de gran envergadura.24 Los asentamientos son fortificados, la complejidad de algunos de ellos es propia de grandes urbes (lo que los romanos llamaban oppidum) con una estratificación social bien diferenciada, cuya cúspide ocupan los nobles guerreros. Estos aristócratas gustaban de ser inhumados en enormes tumbas con ajuares muy ostentosos que incluyen carros de guerra, adornos, joyas, armas y grandes vasos de cerámica importados de Grecia y Etruria. La tumba de la princesa de Vix es el mejor ejemplo.
Los fenicios y los helenos potenciaron los progresos de los pueblos asentados en el litoral mediterráneo español, desde Cataluña a Andalucía, propiciando el desarrollo de la etérea civilización tartésica andaluza (en la Primera Edad del Hierro) y de los íberos (en la Segunda Edad del Hierro); ambas pueden incluirse cuando menos en la Protohistoria, y, puesto que los íberos tenían su propio alfabeto, deben ser considerados ya dentro de la Historia.
El resto de la península entraría dentro del ámbito céltico, aunque hay numerosas subdivisiones culturales basadas en la cronología y la geografía, pero pueden distinguirse, por un lado, los pueblos atlánticos y, por otro, los pueblos del interior. En cualquier caso hablamos de gentes que conservan un fuerte sustrato de profundas raíces indígenas sobe el que intervienen los aportes, bien de la Europa atlántica, bien de la Europa central. Por otra parte, la periodización europea no encaja bien en la península ibérica, bien es cierto que la «cultura de Halltatt» tuvo mucha influencia, la de «La Tène» apenas se deja notar en algunas importaciones esporádicas.
- Los pueblos atlánticos del noroeste desarrollaron, a lo largo de la edad del Hierro la denominada cultura castreña, la cual tiene un largo periodo de gestación que comienza en la Primera Edad del Hierro. Al principio, se pensó que esta cultura del noroeste peninsular era plenamente céltica, pero ahora se piensa que los aportes hallstatticos son menores que los atlánticos e, incluso, que los Mediterráneos. La característica distintiva de esta cultura es, evidentemente, la construcción de poblados fortificados, situados en lugares altos, con varios cinturones de muralla concéntricos; en el interior, numerosas casas de piedra circulares, sin organización urbanística, son los llamados castros. Aparte de la arquitectura desarrollan una cerámica propia (aunque comparte ciertos paralelismos con las cerámicas meseteñas), desarrollaron más la metalurgia del bronce que la del hierro y tienen diversas manifestaciones escultóricas como los guerreros lusitanos y las casas ceremoniales ornadas con portadas laboriosamente esculpidas llamadas «Pedras formosas»25 de las citânias portuguesas. Su economía era agropecuaria, pero en ella tenían vital importancia la recolección de frutos silvestres, la pesca y el marisqueo. Por lo demás, la cultura castreña galaico-portuguesa tuvo una larga pervivencia durante el imperio romano, siendo una de las zonas que más se resistieron a la romanización y que mejor mantuvieron sus tradiciones.
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