Los mayas, ni tan únicos ni tan aislados

Las profecías mayas sobre el fin de los tiempos no sólo despertaron la curiosidad y la superstición popular, sino el interés científico por esta civilización asentada durante casi tres milenios en las tierras que hoy corresponden a México, Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador.


Si hace unos meses se difundió la teoría de que el cambio climático pudo suponer el colapso del esplendor maya, alrededor del siglo XI, un estudio de la Universidad de Arizona que hoy publica “Science” sugiere que este pueblo pudo haber desarrollado su cultura y arquitectura por contacto con otros grupos. Hasta ahora se daba por buena la teoría de que los mayas eran la continuación de los olmecas, la “cultura madre” de las civilizaciones mesoamericanas, o que habían surgido “espontáneamente” sin vínculos ni influencias de otros pueblos.
Takeshi Inomata, Daniela Triadan y su equipo de investigadores sostienen que ninguna de estas teorías puede contar la historia completa de los mayas. “En términos de los orígenes de la civilización maya del bajío, su relación [con los olmecas] es siempre el foco de debate. Ahora decimos que probablemente no fueron sólo los olmecas, sino varios otros grupos –por ejemplo, los asentados en Chiapas central y en la costa sureña del Pacífico– quienes mantuvieron importantes interacciones con los mayas”, explica Inomata.
Cuando las comunidades sedentarias comenzaron a aparecer en las tierras bajas mayas del sur de México, Guatemala y Belice, durante el conocido como Periodo Preclásico Medio –entre los años 1.000 y 700 A.C.–, los olmecas de la Costa del Golfo ya estaban bien establecidos en regiones cercanas, sostienen los estudios tradicionales. Ellos habrían aportado el arte y las estructuras políticas a otras poblaciones. Así, el centro costero olmeca de La Venta presenta estilos arquitectónicos reconocibles en el enclave maya de Ceibal. Pero Inomata y su equipo, a través de mediciones de datación mediante radiocarbono, hacen retroceder algunas estructuras ceremoniales en Ceibal, como plazas y plataformas, dos siglos antes del desarrollo de La Venta. Eso supondría que las pirámides en Ceibal probablemente se originaron tras amplios intercambios culturales que se dieron a lo largo del sur de Mesoamérica desde 1.150 a 800 A.C.

Cambio social

“El principal complejo de Ceibal está compuesto por un área de plaza, una plataforma occidental o pirámide y un montículo. Esto es generalmente conocido como un ‘Conjunto Grupo-E’, y pueden ser encontrados a lo largo de Mesoamérica”, dice Inomata. Varios investigadores se han resistido a usar el término para referirse a las estructuras de La Venta, dado que éste fue originalmente acuñado para describir la arquitectura maya, pero Inomata y su equipo argumentan que las construcciones ceremoniales de La Venta también deberían ser clasificadas como Conjuntos Grupo-E: “Posiblemente, sus usos fueron muy similares”.

Considerados en su conjunto, los hallazgos no sugieren que la civilización maya fuera anterior a la olmeca, ni que los mayas se hayan desarrollado independientemente, sino que los mayas participaron activamente en un importante cambio social que se dio en una amplia área. “Estamos viendo esta nueva forma de arquitectura, la cual probablemente refleja una nueva forma de sociedad y orden social que no emergió desde un centro como el olmeca de la Costa del Golfo, sino a través de amplias interacciones entre diversos grupos, incluyendo a los mayas del bajío”.

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