Un premio a la esperanza: Nobel de Medicina para dos hallazgos sobre células madre
El británico John Gurdon y el japonés Shinya Yamanaka descubrieron cómo las células se pueden reprogramar y cumplir otras funciones. Creen que servirá para combatir enfermedades incurables.
El Nobel de Medicina 2012 fue para dos científicos que le ganaron al desaliento. Que siguieron adelante pese a las opiniones negativas de los demás. Ellos son el británico John Gurdon y el japonés Shinya Yamanaka, que recibirán el premio por haber descubierto que “las células maduras pueden ser reprogramadas para convertirse en pluripotentes”, según anunció ayer el Instituto Carolina de Suecia Los científicos hicieron sus descubrimientos por separado y en diferentes tiempos.
Pertenecen a dos generaciones: Gurdon tiene 79 años y realizó su hallazgo hace 5 décadas. En cambio, Yamanaka, tiene 50 años, y llegó a su descubrimiento –que está patentado– en 2006. Simplificadamente, lo que hicieron es demostrar que las células ya especializadas del organismo, como las de la piel, pueden volver a ser inmaduras. “Al reprogramar células humanas, los científicos han creado nuevas oportunidades para estudiar enfermedades y desarrollar métodos para el diagnóstico y las terapias”, argumentó el jurado del Nobel. Es un premio para la esperanza de millones de enfermos con Parkinson, Alzheimer, diabetes, y muchos otros trastornos.
Gurdon fue el primero que demostró que las células podían ser reprogramadas, y mucho después Yamanaka fue quien descubrió los factores que hacen posible esa reconversión. El británico recién tuvo educación en biología a los 15 años. Y su profesor en la materia consideró que su interés en ser científico era “ridículo” en tanto “no podía aprender hechos biológicos simples”. Siguió estudiando latín y griego antiguo. Hasta que pudo estudiar biología y en 1960 realizó un experimento que hoy es un clásico en manuales de biología. Utilizó la técnica de clonación: removió células del óvulo de una rana y lo reemplazó con el núcleo de una célula madura de un renacuajo. El resultado fue un nuevo ser vivo, que fue clon del renacuajo. Así, demostró que la célula madura podía volver a reconvertirse para desarrollar un organismo completamente funcional. Cauteloso, Gurdon publicó sus trabajos dos años después cuando estuvo seguro que los clones que obtuvo eran sanos.
Hubo escepticismo primero, y más preguntas después: ¿cómo hacían las células maduras para reprogramarse? Muchos buscaban la respuesta, y fue Yamanaka quien la encontró primero. Él pensaba en ser cirujano en su juventud, pero sintió que no tenía talento y cambió hacia la investigación. Usó células de ratones y logró identificar que hay sólo 4 genes que pueden activarse para hacer que las células maduras se vuelvan atrás y puedan reconvertirse en otras, como neuronas o células cardíacas.
Yamanaka presentó su descubrimiento en 2006 durante el congreso de la Sociedad Internacional para la Investigación de las Células Madres en Canadá, y hubo colegas escépticos. Las células que obtuvo se llaman “células pluripotentes inducidas”. Esas células podrían sustituir el uso de las controvertidas células madre embrionarias y eliminan el riesgo de rechazo en terapias. Pero todavía queda un camino por recorrer antes de garantizar su inocuidad.
“Se puede comparar el desarrollo de una célula con la formación educativa. Primero, una persona se va al jardín, luego a la escuela, y más adelante estudia en la universidad y se especializa –por ejemplo– para ser escribano. La reprogramación funcionaría como si una persona volviera al jardín y tiene la posibilidad de empezar de nuevo. Es darle una segunda oportunidad a las células”, ilustró Fernando Pitossi, investigador en células madre del Conicet y del Instituto Leloir. Se abre la posibilidad de futuras terapias.
“Aún todo está en estudio. Las células madre de la médula ósea ya se usan para leucemias y linfomas. Pero cualquier otro tratamiento que use células madre es aún experimental. Debe ser gratuito en todo el mundo, y aprobado por la autoridad sanitaria, que en la Argentina, es el Incucai”.
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