Llamaradas solares y terremotos: Las causas invisibles de los desastres
De a poco la ciencia va develando la relación oculta entre la actividad solar y los movimientos en las placas tectónicas. Una impresionante explosión solar fue captada el pasado 26 de febrero, que podría haber causado el terremoto de esta madrugada en Japón. ¿Cuál es la verdadera relación entre las tormentas solares y los movimientos tectónicos?
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24) - El 12 de enero de 2010 un sismo de magnitud 7.0 y con epicentro a 15 km de Puerto Príncipe hizo temblar la ciudad haitiana con inusitada fuerza. Ocho minutos más tarde, un nuevo temblor de magnitud 6.0, sacudía de nuevo la ciudad multiplicando los efectos del primer sismo. Los daños causados sobre este país, el más pobre de América Latina, han sido devastadores; más de 222.000 muertos, un número similar de heridos y un millón de personas sin hogar fueron sus consecuencias.
Un mes más tarde, exactamente el 27 de febrero, un fuerte terremoto de magnitud 8.8 y con epicentro a 300 kilómetros al sur de la capital chilena de Santiago, y el posterior tsunami provocado por las ondas sísmicas, redujo a escombros la mayor parte de la ciudad de Concepción y la desplazó 3 metros hacia el oeste , e inclinó 8 centímetros el eje terrestre , causando más de 800 muertos en toda la franja costera chilena y un número considerable de heridos.
Esta madrugada, un terremoto de 8,8 en la escala de Richter desvastó el norte de Japón, con una cantidad de muertos aún no precisada y miles de personas desaparecidas. En todos los casos, la influencia del sol parece haber sido notoria, aunque de manera sutil: sin ir más lejos, días atrás, hacia fines de febrero, una tremenda tormenta solar impactó el planeta, pudiendo dejar a las placas tectónicas vibrando.
En el video adjunto se puede observar el gigantesco tamaño de la tormenta solar y la eyección de energía disparada en dirección a la Tierra captada por la sonda de la NASA Stereo el pasado 26 de febrero.
Para la mayoría de los sismólogos los terremotos de Chile y Haití son “un fenómeno normal” acorde a la tectónica de placas, si bien “su coincidencia es ligeramente mayor a la media, pero todavía es una incidencia dentro de los parámetros normales”.
Obviamente esto es cierto si consultamos la estadística de los datos sísmicos y si observamos que ambos epicentros se encuentran en zonas llamadas de riesgo.
La Tierra tiembla a diario
La tierra ha temblado siempre, y en todas partes del mundo; la Tierra tiembla a diario y varias veces al día. Los sismógrafos detectan entre 18 mil y 24 mil movimientos sísmicos por año − 50 a 65 por día −. Sin embargo la actividad sísmica se incrementa y los científicos prevén que en los próximos 30 años habrá terremotos de más de 8 grados de intensidad. Las consecuencias de estos fenómenos son cada vez más devastadoras, entre otras causas, debido al aumento de la densidad de población en las zonas de alto riesgo.
El globo terráqueo está formado por capas concéntricas. La más superficial es la corteza cuyo espesor es de alrededor de 30 Km en los continentes y de 15 kilómetros en los océanos. El límite inferior de la corteza se conoce como “Discontinuidad de Mohorovic”. Por debajo está el manto que se extiende hasta una profundidad de 2900 Km. El cascarón más externo de la Tierra se comporta como un cuerpo rígido. Esta porción tiene un espesor de aproximadamente 100 Km y forma la litosfera, constituida por la corteza y parte del manto que flota sobre el resto del manto. El comportamiento del manto, desde una perspectiva geológica, es similar al de un líquido.
El recubrimiento sólido no es continuo, sino que está partido en pedazos; a estas porciones se les llama placas. Estas placas están en contacto y se desplazan entre sí, con movimientos relativos. A veces se deslizan paralelamente sobre sus márgenes y otras veces una de las placas se sumerge bajo la otra, dando lugar al fenómeno de subducción. En este caso, una de las placas cabalga sobre la otra.
Las causas de dichos movimientos de las placas tectónicas son desconocidos al menos hasta ahora eso opinan los científicos , sin embargo nuevas corrientes de pensamiento han estudiado esta interacción , y han encontrado una relación entre las tormentas solares y su impacto magnético en el núcleo terrestre formado de hierro, que al agitarse por el golpe magnético de los rayos solares conmueve las mareas del magma terrestre, haciendo vibrar las placas tectónicas.
El movimiento de una placa bajo la otra no es continuo pues la fricción origina discontinuidades en el desplazamiento. Este esfuerzo se acumula hasta llegar a un nivel mayor que la propia fuerza de fricción entre las placas, lo que produce un deslizamiento súbito que genera las ondas sísmicas o vibraciones del terreno. Son estas ondas o vibraciones las que constituyen el temblor o terremoto.
Influencia Solar sobre las regiones sísmicas terrestres
La litosfera muestra, en la actualidad, síntomas clásicos de la inestabilidad precedente al acercamiento de una catástrofe, es decir, un megaterremoto. El comportamiento sísmico observado a escala global implica un estado de criticalidad de la litosfera de la tierra en la pasada década .
Si observamos de nuevo las estadísticas de los últimos sismos podemos encontrar ya a primera vista una notable diferencia entre el número de sismos que ocurren durante los años de baja actividad solar frente a los sucedidos en los años de máxima actividad de nuestro sol. Por ejemplo, durante el final del ciclo solar 22 y comienzo del ciclo 23 –años de menor actividad solar– el número de sismos registrados fue de 107.498, mientras que durante la máxima actividad solar del ciclo 23, el número de temblores se incrementó a 138.926; exactamente un 29,24% superior.
Podemos ver con cierta claridad que la actividad solar influye de modo notorio en la actividad sísmica terrestre y más adelante veremos que existe una correlación significativa entre la actividad sísmica en la Tierra y el Sol.
Los terremotos y las llamaradas solares son fenómenos que implican emisiones enormes y rápidas de energía, caracterizados por una ocurrencia temporal compleja.
Analizando catálogos experimentales disponibles, se observa que los procesos estoclásticos, que son la base de estos fenómenos al parecer diversos, tienen características universales.
Ambos fenómenos exhiben las mismas distribuciones de tamaños, tiempos de inter-ocurrencia y agrupamiento temporal. La universalidad observada sugiere un acercamiento común a la interpretación de ambos fenómenos en términos de un mismo mecanismo físico de conducción.
Las llamaradas solares son explosiones altamente energéticas de las regiones activas del Sol que se manifiestan bajo la forma de flujos de radiación electromagnética, de partículas y flujos de plasma emitidos por fuertes y rizados campos magnéticos.
Recientes estudios han mostrado que las llamaradas solares también afectan al interior del Sol, generando ondas sísmicas similares a terremotos . Los jets de las llamaradas se presentan en las regiones solares activas donde el flujo magnético emerge del interior solar y obra recíprocamente con el campo magnético ambiente. Estas altas emisiones de partículas cargadas y flujos de plasma magnetizado son transferidos al viento solar.
El movimiento de este flujo de plasma que es el viento solar, tiene un carácter caótico e intermitente, y fuerte dependencia de la actividad solar.
Este proceso de transferencia de energía entre el plasma magnetizado y el viento solar, sigue siendo una paradoja compleja, pero a través de las simulaciones emprendidas a tal fin, podemos entender la supersónica y fuerte magnetizada magnetohidrodinámica del viento solar. Una de las características comprensibles de esta magnetohidrodinámica es su repercusión en las fluctuaciones de la densidad del viento solar provocadas por el plasma magnetizado de las eyecciones solares .
Tormenta solar
En general se acepta que hay dos categorías fundamentales de acoplamiento entre las partes interiores y exteriores del sistema dinámico viento solar–magnetosfera–ionosfera. Una de ellas incluye estas interacciones de tipo viscoso entre el viento solar y la magnetosfera, que implican una transferencia de momentum tangencial a partir de algún tipo de viscosidad, generada por micro o macro inestabilidades (Axford y Hines, 1961); la otra es la reconexión magnética, propuesta por Dungey en 1961.
Los procesos de tipo viscoso plasmático del viento solar, someten a las placas tectónicas a fuertes compresiones y distensiones en mayor o menor medida dependiendo de la densidad y la temperatura de la magnetosfera, y se transmiten de unas zonas a otras a través del manto, provocando tensiones añadidas a la dinámica de las placas tectónicas disparando procesos sísmicos en las zonas estresadas. Estos efectos sobre la litosfera son de diferente intensidad en función de la posición de la Tierra en la órbita alrededor del Sol.
Al recibir estos bruscos cambios de presión, las capas de la corteza terrestre se comportan como una cama elástica flotando sobre el manto líquido y, al ser nuestro planeta como una pelota, la zona que recibe esta presión añadida se hunde y provoca la elevación de otras placas por transferencia de energía a través del manto, en un mecanismo flexible. Si alguna de estas zonas sísmicas se encuentra sobreexcitada, este movimiento provocará en un breve plazo un sismo de alta magnitud. Estos procesos de tipo viscoso impulsan flujos de plasma hacia la misma región en capas atmosféricas de baja latitud, que son atravesadas por líneas de campo magnético cerradas.
El mecanismo de “reconexión magnética” mantiene que las líneas del campo magnético interplanetario y el campo magnético terrestre y así forman una única estructura y la configuración topológica de los campos magnéticos crean un estado de intercambio energético conocido como magnetosfera “abierta”.
Este proceso constituye un mecanismo primario de entrada de energía desde el viento solar a la magnetosfera e ionosfera terrestres. La reconexión magnética impulsa flujos de plasma a través de las líneas abiertas del campo en los casquetes polares y los lóbulos magnetosféricos hacia la región de la cola de la magnetósfera.
En ambos procesos los ciclos se completan por la convección dirigida hacia el exterior de la atmósfera en el interior de la magnetosfera , y hace que la Tierra se comporte como un emisor de pulsaciones, –púlsar– y en el que la fotosfera solar actúa como superficie responsiva reflejando estas pulsaciones dando lugar a la creación de nuevas trazas en la fotosfera y recomenzando nuevamente el ciclo actividad solar – ionosfera – magnetosfera – actividad sísmica – magnetosfera – ionosfera – actividad solar.
Aurora solar
La torsión de las placas tectónicas, obedece claramente a una relación directamente proporcional a la interacción de la magnetósfera, entre otras causas.
El desequilibrio geomagnético, produce corrientes de convección que ionizan la atmósfera provocando cargas de electricidad estática que alteran el comportamiento de las nubes en las capas superiores de la atmósfera .
Simultáneamente, se produce un fenómeno de inversión térmica en las zonas donde la Ionosfera es más densa y desencadena un movimiento de placas tectónicas de intensidad apenas perceptible en el hemisferio Norte, pero notablemente superior en las zonas ecuatoriales y el hemisferio Sur.
El viento solar, la magnetosfera y la ionosfera terrestres forman en su conjunto un sistema dinámico muy complejo, en el que cualquier cambio que se produzca en uno de estos medios, afecta en mayor o menor grado al otro. Esto se debe a que existe un continuo intercambio de energía y momentum a través de diversos mecanismos físicos.
Estos incluyen las interacciones a nivel de campo electromagnético, donde los cambios en la topología de las líneas de campo magnético, condicionan la transferencia energética entre el campo magnético interplanetario y la magnetopausa terrestre; y aquellos fenómenos de carácter fundamentalmente termodinámico, como son los cambios de presión y temperatura inducidos por las variaciones de la presión dinámica del viento solar, conocidas como interacciones de tipo viscoso.
Magnetósfera terrestre
En los ciclos de baja actividad –como el momento presente– nuestro protector natural, que es la heliosfera, está debilitado; más rayos cósmicos entonces son capaces de alcanzar el sistema solar interior y, por supuesto, a la tierra.
Estos rayos están compuestos de partículas subatómicas – principalmente protones y también algunos núcleos pesados – aceleradas a casi la velocidad de la luz por explosiones de supernovas distantes. Los rayos cósmicos causan “lluvias aéreas” de partículas secundarias cuando golpean la atmósfera de la Tierra y afectando a su capa más sensible, haciendo a la ionósfera aún más sensible a la acción directa de las emisiones solares .
Pero, ¿de qué nos sirve tener suficientes evidencias de esta fuerte relación entre la actividad solar y el sistema geológico terrestre?. ¿Podemos evitar los sismos?
Hasta ahora no se conoce desde la ciencia ortodoxa la forma de evitar los movimientos sísmicos. Así, por ejemplo, la geóloga María José Jurado es tajante: “Eso es imposible; sería ridículo pretenderlo. La Tierra tiembla todos los días. Esa es su dinámica normal, y lo único que tenemos que hacer es entenderla, prepararnos y protegernos”.
Esto es muy cierto, como también lo es que disponemos en la actualidad de suficientes estudios científicos y sistemas tecnológicos que podrían ayudar a los gobiernos en la prevención sísmica.
Un mes más tarde, exactamente el 27 de febrero, un fuerte terremoto de magnitud 8.8 y con epicentro a 300 kilómetros al sur de la capital chilena de Santiago, y el posterior tsunami provocado por las ondas sísmicas, redujo a escombros la mayor parte de la ciudad de Concepción y la desplazó 3 metros hacia el oeste , e inclinó 8 centímetros el eje terrestre , causando más de 800 muertos en toda la franja costera chilena y un número considerable de heridos.
Esta madrugada, un terremoto de 8,8 en la escala de Richter desvastó el norte de Japón, con una cantidad de muertos aún no precisada y miles de personas desaparecidas. En todos los casos, la influencia del sol parece haber sido notoria, aunque de manera sutil: sin ir más lejos, días atrás, hacia fines de febrero, una tremenda tormenta solar impactó el planeta, pudiendo dejar a las placas tectónicas vibrando.
En el video adjunto se puede observar el gigantesco tamaño de la tormenta solar y la eyección de energía disparada en dirección a la Tierra captada por la sonda de la NASA Stereo el pasado 26 de febrero.
Para la mayoría de los sismólogos los terremotos de Chile y Haití son “un fenómeno normal” acorde a la tectónica de placas, si bien “su coincidencia es ligeramente mayor a la media, pero todavía es una incidencia dentro de los parámetros normales”.
Obviamente esto es cierto si consultamos la estadística de los datos sísmicos y si observamos que ambos epicentros se encuentran en zonas llamadas de riesgo.
La Tierra tiembla a diario
La tierra ha temblado siempre, y en todas partes del mundo; la Tierra tiembla a diario y varias veces al día. Los sismógrafos detectan entre 18 mil y 24 mil movimientos sísmicos por año − 50 a 65 por día −. Sin embargo la actividad sísmica se incrementa y los científicos prevén que en los próximos 30 años habrá terremotos de más de 8 grados de intensidad. Las consecuencias de estos fenómenos son cada vez más devastadoras, entre otras causas, debido al aumento de la densidad de población en las zonas de alto riesgo.
El globo terráqueo está formado por capas concéntricas. La más superficial es la corteza cuyo espesor es de alrededor de 30 Km en los continentes y de 15 kilómetros en los océanos. El límite inferior de la corteza se conoce como “Discontinuidad de Mohorovic”. Por debajo está el manto que se extiende hasta una profundidad de 2900 Km. El cascarón más externo de la Tierra se comporta como un cuerpo rígido. Esta porción tiene un espesor de aproximadamente 100 Km y forma la litosfera, constituida por la corteza y parte del manto que flota sobre el resto del manto. El comportamiento del manto, desde una perspectiva geológica, es similar al de un líquido.
El recubrimiento sólido no es continuo, sino que está partido en pedazos; a estas porciones se les llama placas. Estas placas están en contacto y se desplazan entre sí, con movimientos relativos. A veces se deslizan paralelamente sobre sus márgenes y otras veces una de las placas se sumerge bajo la otra, dando lugar al fenómeno de subducción. En este caso, una de las placas cabalga sobre la otra.
Las causas de dichos movimientos de las placas tectónicas son desconocidos al menos hasta ahora eso opinan los científicos , sin embargo nuevas corrientes de pensamiento han estudiado esta interacción , y han encontrado una relación entre las tormentas solares y su impacto magnético en el núcleo terrestre formado de hierro, que al agitarse por el golpe magnético de los rayos solares conmueve las mareas del magma terrestre, haciendo vibrar las placas tectónicas.
El movimiento de una placa bajo la otra no es continuo pues la fricción origina discontinuidades en el desplazamiento. Este esfuerzo se acumula hasta llegar a un nivel mayor que la propia fuerza de fricción entre las placas, lo que produce un deslizamiento súbito que genera las ondas sísmicas o vibraciones del terreno. Son estas ondas o vibraciones las que constituyen el temblor o terremoto.
Influencia Solar sobre las regiones sísmicas terrestres
La litosfera muestra, en la actualidad, síntomas clásicos de la inestabilidad precedente al acercamiento de una catástrofe, es decir, un megaterremoto. El comportamiento sísmico observado a escala global implica un estado de criticalidad de la litosfera de la tierra en la pasada década .
Si observamos de nuevo las estadísticas de los últimos sismos podemos encontrar ya a primera vista una notable diferencia entre el número de sismos que ocurren durante los años de baja actividad solar frente a los sucedidos en los años de máxima actividad de nuestro sol. Por ejemplo, durante el final del ciclo solar 22 y comienzo del ciclo 23 –años de menor actividad solar– el número de sismos registrados fue de 107.498, mientras que durante la máxima actividad solar del ciclo 23, el número de temblores se incrementó a 138.926; exactamente un 29,24% superior.
Podemos ver con cierta claridad que la actividad solar influye de modo notorio en la actividad sísmica terrestre y más adelante veremos que existe una correlación significativa entre la actividad sísmica en la Tierra y el Sol.
Los terremotos y las llamaradas solares son fenómenos que implican emisiones enormes y rápidas de energía, caracterizados por una ocurrencia temporal compleja.
Analizando catálogos experimentales disponibles, se observa que los procesos estoclásticos, que son la base de estos fenómenos al parecer diversos, tienen características universales.
Ambos fenómenos exhiben las mismas distribuciones de tamaños, tiempos de inter-ocurrencia y agrupamiento temporal. La universalidad observada sugiere un acercamiento común a la interpretación de ambos fenómenos en términos de un mismo mecanismo físico de conducción.
Las llamaradas solares son explosiones altamente energéticas de las regiones activas del Sol que se manifiestan bajo la forma de flujos de radiación electromagnética, de partículas y flujos de plasma emitidos por fuertes y rizados campos magnéticos.
Recientes estudios han mostrado que las llamaradas solares también afectan al interior del Sol, generando ondas sísmicas similares a terremotos . Los jets de las llamaradas se presentan en las regiones solares activas donde el flujo magnético emerge del interior solar y obra recíprocamente con el campo magnético ambiente. Estas altas emisiones de partículas cargadas y flujos de plasma magnetizado son transferidos al viento solar.
El movimiento de este flujo de plasma que es el viento solar, tiene un carácter caótico e intermitente, y fuerte dependencia de la actividad solar.
Este proceso de transferencia de energía entre el plasma magnetizado y el viento solar, sigue siendo una paradoja compleja, pero a través de las simulaciones emprendidas a tal fin, podemos entender la supersónica y fuerte magnetizada magnetohidrodinámica del viento solar. Una de las características comprensibles de esta magnetohidrodinámica es su repercusión en las fluctuaciones de la densidad del viento solar provocadas por el plasma magnetizado de las eyecciones solares .
Tormenta solar
En general se acepta que hay dos categorías fundamentales de acoplamiento entre las partes interiores y exteriores del sistema dinámico viento solar–magnetosfera–ionosfera. Una de ellas incluye estas interacciones de tipo viscoso entre el viento solar y la magnetosfera, que implican una transferencia de momentum tangencial a partir de algún tipo de viscosidad, generada por micro o macro inestabilidades (Axford y Hines, 1961); la otra es la reconexión magnética, propuesta por Dungey en 1961.
Los procesos de tipo viscoso plasmático del viento solar, someten a las placas tectónicas a fuertes compresiones y distensiones en mayor o menor medida dependiendo de la densidad y la temperatura de la magnetosfera, y se transmiten de unas zonas a otras a través del manto, provocando tensiones añadidas a la dinámica de las placas tectónicas disparando procesos sísmicos en las zonas estresadas. Estos efectos sobre la litosfera son de diferente intensidad en función de la posición de la Tierra en la órbita alrededor del Sol.
Al recibir estos bruscos cambios de presión, las capas de la corteza terrestre se comportan como una cama elástica flotando sobre el manto líquido y, al ser nuestro planeta como una pelota, la zona que recibe esta presión añadida se hunde y provoca la elevación de otras placas por transferencia de energía a través del manto, en un mecanismo flexible. Si alguna de estas zonas sísmicas se encuentra sobreexcitada, este movimiento provocará en un breve plazo un sismo de alta magnitud. Estos procesos de tipo viscoso impulsan flujos de plasma hacia la misma región en capas atmosféricas de baja latitud, que son atravesadas por líneas de campo magnético cerradas.
El mecanismo de “reconexión magnética” mantiene que las líneas del campo magnético interplanetario y el campo magnético terrestre y así forman una única estructura y la configuración topológica de los campos magnéticos crean un estado de intercambio energético conocido como magnetosfera “abierta”.
Este proceso constituye un mecanismo primario de entrada de energía desde el viento solar a la magnetosfera e ionosfera terrestres. La reconexión magnética impulsa flujos de plasma a través de las líneas abiertas del campo en los casquetes polares y los lóbulos magnetosféricos hacia la región de la cola de la magnetósfera.
En ambos procesos los ciclos se completan por la convección dirigida hacia el exterior de la atmósfera en el interior de la magnetosfera , y hace que la Tierra se comporte como un emisor de pulsaciones, –púlsar– y en el que la fotosfera solar actúa como superficie responsiva reflejando estas pulsaciones dando lugar a la creación de nuevas trazas en la fotosfera y recomenzando nuevamente el ciclo actividad solar – ionosfera – magnetosfera – actividad sísmica – magnetosfera – ionosfera – actividad solar.
Aurora solar
La torsión de las placas tectónicas, obedece claramente a una relación directamente proporcional a la interacción de la magnetósfera, entre otras causas.
El desequilibrio geomagnético, produce corrientes de convección que ionizan la atmósfera provocando cargas de electricidad estática que alteran el comportamiento de las nubes en las capas superiores de la atmósfera .
Simultáneamente, se produce un fenómeno de inversión térmica en las zonas donde la Ionosfera es más densa y desencadena un movimiento de placas tectónicas de intensidad apenas perceptible en el hemisferio Norte, pero notablemente superior en las zonas ecuatoriales y el hemisferio Sur.
El viento solar, la magnetosfera y la ionosfera terrestres forman en su conjunto un sistema dinámico muy complejo, en el que cualquier cambio que se produzca en uno de estos medios, afecta en mayor o menor grado al otro. Esto se debe a que existe un continuo intercambio de energía y momentum a través de diversos mecanismos físicos.
Estos incluyen las interacciones a nivel de campo electromagnético, donde los cambios en la topología de las líneas de campo magnético, condicionan la transferencia energética entre el campo magnético interplanetario y la magnetopausa terrestre; y aquellos fenómenos de carácter fundamentalmente termodinámico, como son los cambios de presión y temperatura inducidos por las variaciones de la presión dinámica del viento solar, conocidas como interacciones de tipo viscoso.
Magnetósfera terrestre
En los ciclos de baja actividad –como el momento presente– nuestro protector natural, que es la heliosfera, está debilitado; más rayos cósmicos entonces son capaces de alcanzar el sistema solar interior y, por supuesto, a la tierra.
Estos rayos están compuestos de partículas subatómicas – principalmente protones y también algunos núcleos pesados – aceleradas a casi la velocidad de la luz por explosiones de supernovas distantes. Los rayos cósmicos causan “lluvias aéreas” de partículas secundarias cuando golpean la atmósfera de la Tierra y afectando a su capa más sensible, haciendo a la ionósfera aún más sensible a la acción directa de las emisiones solares .
Pero, ¿de qué nos sirve tener suficientes evidencias de esta fuerte relación entre la actividad solar y el sistema geológico terrestre?. ¿Podemos evitar los sismos?
Hasta ahora no se conoce desde la ciencia ortodoxa la forma de evitar los movimientos sísmicos. Así, por ejemplo, la geóloga María José Jurado es tajante: “Eso es imposible; sería ridículo pretenderlo. La Tierra tiembla todos los días. Esa es su dinámica normal, y lo único que tenemos que hacer es entenderla, prepararnos y protegernos”.
Esto es muy cierto, como también lo es que disponemos en la actualidad de suficientes estudios científicos y sistemas tecnológicos que podrían ayudar a los gobiernos en la prevención sísmica.
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